
Te contemplo como un diamante infinitamente biselado. Suavidad. Regencia. Lo
que castra y no da sombra. Derecha o izquierda árbol frutal. Necesito de tu
presencia y de tu voz bienamada. Te salvo de toda guerra, piedra mate, terciopelo
de ronda, luciérnaga muerta, asunción de una clave, llave maestra.
Y es la palabra bálsamos y hoguera. Te encierra en cal viva, une tu voz al sollozo.
Es la corteza de la palabra ¿quién avanza entre tanto despojo? ¿Quién, en la
profundidad del día, en la tibieza de una mirada, avanza?
Sonoridad oscura adscripta a la noche, palabra insana, revés de todo. Un cuarto en
penumbras donde reinas, emperatriz del combato. Rojos labios abriéndose en un
cristal de aguas negras.
Sumada al llanto y a las naves, tu ala de hielo corta los sueños.
Lo sabes todo, lo ignoras todo, diosa velada, diosa asesinada.
Viajo hacia atrás. Se abren puertas antiguas.
Lo que escribí hace veinticinco años vuelve a mí, rehago el mismo dolor.
¿Es posible establecerse en el mismo camino, con las mismas flores y los mismos
perfumes? Ponte tu sombrero rojo y huye. No quieras verte más desnuda,
embadurnada de miel y atada como una víctima.
Todo es lúgubre, húngaro, sospechoso.
Envoltorios envejecidos moviéndose en un rincón del sótano. ¿Alguien está ahí?
Arroja tus flechas amadas, déjame gozar. Desata estas piernas, estos brazos.
Abrázame.
Años hundida en mí como si mi pecho fuese una hornacina. Si es así, ¿quién te
colocó en el suntuoso hueco que te guarda? Cierro los ojos y estás al lado de mi
cama, abro los ojos y estás sobre mí ardiente, sola para mi delirio.
Me volví loca de amor. Como Al Hallaj yo moría de amor, moría de ardor en tus
brazos, en tus lágrimas.
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Cosquín, la casa está encallada en el azul
de tal modo que es como si sangrara.
Entonces golpeo mi cabeza hasta que
desapareces.
Golpeo tanto que se hace pedazos
y cae en mis manos mojándolas.
¡Oh! casa, pura lágrimas y sangre.
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En un supremo impulso
emergimos de golpe, abrazados
del fondo de las aguas del río.
Verde temblor en tus ojos verdes
y la sonrisa clara que decía:
-Hija, estoy aquí contigo-
De las profundidades del lecho
te traigo y mi corazón te dejo
como un don, un anillo eterno.